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MUSEO DE LAS FERIAS PIEZA DEL MES DE MARZO 2002

02 -12-2000 - Pieza del mes de marzo 2002

MATRACA DE LA TORRE DE LA COLEGIATA
Anónimo
Siglos XVIII-XIX
Madera y hierro forjado
Eje 28'5 cm., aspas 37x21 cm., bastidor 88x33 cm.
Colegiata de San Antolín

MATRACAS Y CARRACAS DE MANO
Fundación Joaquín Díaz

Matraca de cuatro aldabas. Siglos XIX-XX. Fº Joaquín Díaz
Matraca de cuatro aldabas
Siglos XIX-XX. Fº Joaquín Díaz
a) Carraca de dos lengüetas. Siglo XX. Fº Joaquín Díaz. b) Carraca de una lengüeta. Siglo XX. Fº Joaquín Díaz
a) Carraca de dos lengüetas
Siglo XX. Fº Joaquín Díaz
 b) Carraca de una lengüeta
Siglo XX. Fº Joaquín Díaz
Matraca de un mazo. Siglos XIX-XX. Fº Joaquín Díaz
Matraca de un mazo
Siglos XIX-XX
Fº Joaquín Díaz
Matraca de la Colegiata de San Antolín. Colegiata de San Antolín
Matraca de la Colegiata de San Antolín
 Colegiata de San Antolín

Con la colección de matracas que se muestra durante este mes de marzo en el Museo de la Ferias como "Pieza del mes", se quiere recordar un lenguaje prácticamente desaparecido, realizado con estos instrumentos, que tenía una significación especial durante el Tiempo de Pasión y la Semana Santa.

En efecto, muchos aún recuerdan cómo las grandes matracas y carracones instalados en torres y espadañas tenían como función principal sustituir a las campanas en su lenguaje de horas y avisos durante los días del triduo sacro, concretamente desde la hora nona del Jueves Santo hasta las tres de la tarde del Sábado (norma ya indicada por el Ordo Romanus en el s.XI). Antonio Lobera, en El porqué de todas las ceremonias de la Iglesia... (Madrid, 1853), recuerda al respecto que "antiguamente, se llamaba al pueblo haciendo ruido con unos leños, los que llamaban 'ligna sacra'"; en esta interesante obra, compuesta a modo de catecismo de preguntas y respuestas entre dos personajes (un "curioso" y el Vicario), se nos ofrece una explicación mística de este cambio de instrumentos (había sido ya recogida por Guillermo Durando en los comienzos del s.XIV): A la pregunta de "Curioso": "-¿Por qué no se tocan las campanas en los tres días de la Semana Santa?", responde el Vicario: "-Porque las campanas son símbolos de los Prelados, Pastores y Predicadores Evangélicos, y todos cesaron y enmudecieron, huyendo en su Santísima Pasión en aquellos tres días que estuvo Cristo Señor nuestro en el Sepulcro". De este modo, durante el tiempo de Pasión debían enmudecer las campanas y sólo "hablar los leños", en recuerdo del árbol de la cruz donde murió Cristo, único mensajero de la fe en aquellos momentos.

Son muchas aún las iglesias y catedrales en cuyo interior se conservan estos artefactos de madera, hoy en desuso, que sorprenden por la extrañeza de sus formas y por su enorme aparatosidad. La matraca -del árabe mitraqa=martillo, y éste de táraq=golpear- es, desde el punto de vista organológico, un instrumento idiófono percutido que, según su morfología, puede ser de tipo simple o compuesto. Las matracas simples constan de una madera provista de uno o más mazos, martilletes o aldabas que al sacudirse golpean en aquélla produciendo ruido (pueden tener o no mango), definición que recuerda la enunciada por el maestro Cobarruvias en su Tesoro de la Lengua... (Madrid, 1611). De este tipo se muestran dos matracas, una de un mazo y otra de cuatro aldabas (junto con dos carracas), procedentes de los fondos de la Fundación Joaquín 

Conviene, por último, recordar que las matracas, junto con las carracas, tablillas, simandras y otros objetos "ruidófonos", eran utilizados fundamentalmente durante el desaparecido oficio de las Tinieblas, en el momento que la liturgia indicaba que los fieles hicieran "un poco de ruido". Aunque las parroquias, cofradías y otras entidades tuvieran las suyas propias para los oficiantes de la ceremonia, los asistentes llevaban de casa su matraca o su carraca para la ocasión. Muy resumidamente, el rito de las Tinieblas comenzaba con el encendido de las velas del tenebrario, candelabro triangular de quince velas, siete a cada lado y una en el vértice, colocado cerca del altar; llegado el momento preciso, las velas se iban apagando, primero la más baja del lado del Evangelio, luego la más baja del lado de la Epístola y siguiendo este orden alterno hasta llegar a la del vértice superior, la "vela María", representación de Jesucristo, luz del mundo. Al terminar la antífona del Benedictus, y cuando se empezaba a cantar el Christus factus est, dicha vela, siempre encendida, se ocultaba detrás del altar y con el templo absolutamente a oscuras los fieles hacían "un poco de ruido, que significa la confusión que hubo a la muerte de Cristo" según Diego Uña en su Liturgia de la Iglesia (1941); en otras obras religiosas como el Año Litúrgico de Próspero Gueranger (Burgos, 1956, t.II) este ruido expresaba "las convulsiones de la naturaleza" en el momento de la muerte de Jesucristo, y de aquí que recuerde el temblor de la tierra, resquebrajado de rocas y apertura de sepulcros.

Filippo Bonanni. Descrizione degl'istromenti armonici d'ogni genere. Roma, 1776
Filippo Bonanni
Descrizione degl'istromenti armonici d'ogni genere
Roma, 1776

Las matracas de tipo compuesto, de construcción más elaborada y generalmente de mayor tamaño que las anteriores, están formadas por un mecanismo giratorio que puede ser: un cilindro dotado de púas, dientes o palos que levantan varios mazos de forma alternativa produciendo un entrechoque continuo sobre un cajón o una tabla (recuerda el funcionamiento de un batán); o un eje con manivela sobre el que hay dispuestas varias tablas formando aspas, entre las cuales cuelgan varias mazas, prismas o esferas de madera que las golpean cuando se da movimiento al conjunto; éste último caso se acerca más a la primera acepción ofrecida por el Diccionario de la Real Academia Española.

Precisamente al último de los tipos propuestos, al de las matracas compuestas con aspas, corresponde la gran matraca de la Colegiata de San Antolín (expuesta en la presente ocasión). Es del mismo tipo que la "matracca" recogida en la lámina CXIX (p.177) de la obra de Filippo Bonanni Descrizione degl'istromenti armonici d'ogni genere (Roma, 1776). De grandes proporciones, estuvo instalada desde siglos en el ventanal derecho del muro de la torre que mira a la Plaza Mayor, justamente debajo de un esquilón denominado popularmente "campano"; conserva aún varios mazos esféricos cuyos repiqueteos de aviso a los oficios, de cuartos, medias y horas, el toque del ángelus, a tinieblas, etc. llegaba a oírse en buena parte de la villa durante los días arriba citados de la Semana Santa; su estruendoso ruido recuerda lo que ya Tirso de Molina escribía en su cuento Los tres maridos burlados acerca de la matraca: "hace un son desapacible para los que despiertan y le conocen, y espantoso para los que coge desapercibidos".

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